Para la FQ, el primer y tercer lugar de Patentamiento de la UNAM

Reconocimiento a desarrollos tecnológicos relevantes

La Facultad de Química obtuvo el primer y tercer lugar por proyectos de investigación en la V edición del Programa de Fomento al Patentamiento y la Innovación (PROFOPI), de la Coordinación de Innovación y Desarrollo (CID) de la UNAM.

El PROFOPI promueve la protección de los derechos de propiedad intelectual mediante la figura de patente.

En la quinta edición de este programa, se evaluaron los desarrollos tecnológicos generados por investigadores de la UNAM, quienes presentaron solicitud de patente durante 2016 ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), por conducto de la CID de la Universidad Nacional.

Concursaron 33 patentes universitarias y se reconocieron siete desarrollos (hubo triple empate en el quinto lugar), que obtuvieron los mayores puntajes por su mérito y factibilidad técnica, atracción para el mercado y prospección de negocios e impacto social. Los proyectos concursantes abarcaron las áreas de energía, petróleo, compuestos farmacéuticos, tratamiento de agua, materiales y óptica, entre otros.

Los reconocimientos a los ganadores fueron entregados por el Rector de la UNAM, Enrique Graue Wiechers, en una ceremonia realizada el 2 de mayo en el Auditorio José Luis Sánchez Bribiesca de la Torre de Ingeniería, en donde estuvieron presentes, por parte de la UNAM: el Secretario General, Leonardo Lomelí Vanegas; el Coordinador de Innovación y Desarrollo, Juan Manuel Romero Ortega, y el Coordinador de la Investigación Científica, William Lee Alardín; asimismo, el Director General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Enrique Cabrero Mendoza; el Director General del IMPI, Miguel Ángel Margáin, y el Rector de la Universidad Anáhuac, Cipriano Sánchez García.

El primer lugar de la premiación, otorgada por ese programa universitario, fue para el desarrollo tecnológico Proceso de síntesis para la obtención de sales catiónicas cuaternarias útiles como trazadores químicos en yacimientos carbonatados y productos obtenidos con el mismo, producto del proyecto de investigación aplicada Núm. 185183 Proceso de recuperación mejorada con la tecnología de inyección de Químicos (ASP) con aplicación mediante prueba piloto en el campo Poza Rica, encabezado por el Jefe del Departamento de Ingeniería Química de la FQ, José Fernando Barragán Aroche.

En tanto, el tercer lugar de esta convocatoria fue para el proyecto Cutinasas recombinantes de Aspergillus nidulans para biodegradación de poliésteres, coordinado por Carolina Peña Montes y Amelia Farrés González, del Departamento de Alimentos y Biotecnología de la Facultad.

Producto de una colaboración conjunta entre los departamentos de Ingeniería Química y Química Orgánica de la FQ, el desarrollo ganador del primer lugar es un proyecto “cuyas patentes nacional e internacional están en proceso”, el cual consistió “en el desarrollo de una molécula que pudiera ser depositada en el fondo de un yacimiento petrolero, a unos 2 mil 500 metros de profundidad, resistiera las condiciones de presión, temperatura y composición extremas, y fuera capaz de desplazarse con el agua para indicar cómo se mueven en el seno de las rocas los fluidos del yacimiento”, explicó en entrevista Barragán Aroche.

Ha sido un reto importante, añadió, porque cumplió con varias condiciones: debía desarrollarse una molécula biodegradable, no radiactiva (lo más común en la industria es el uso de trazadores radiactivos) y amigable con el ambiente.

El trazador “puede aportar información acerca de cómo están los conductos dentro del yacimiento, lo que nos ayuda a desarrollar una estrategia de recuperación mejorada de petróleo, a través de otras técnicas de inyección, a fin de obtener más hidrocarburos en campos maduros (aquellos que ya no producen de forma natural petróleo, pero aún cuentan con reservas)”, comentó el universitario.

Dicho trazador ya ha sido aplicado y se está probando a nivel piloto. El jurado de este premio, indicó Fernando Barragán, fue integrado también por expertos externos de la UNAM, quienes revisaron un gran número de registros de patente y seleccionaron aquéllas que tenían un contenido innovador fuerte y, sobre todo, una alta posibilidad de ser comercializadas.

“Se premiaron cinco lugares, aunque hubo un triple empate en el quinto lugar; de modo que se reconocieron siete patentes de distintas facultades e institutos de investigación de la UNAM. Por ello, el reconocimiento nos llena de orgullo, porque hace evidente el alto nivel de la investigación desarrollada en la Facultad de Química”, concluyó.

En este proyecto participan los profesores Simón López Ramírez, Margarita Romero Ávila, Cecilia de los Ángeles Durán Valencia, Carlos Mauricio Maldonado Domínguez, Óscar González Antonio, Marco Antonio Almaraz Girón, Roberto Carlos Cañas Alonso, Alan Valentín Solano Velázquez, Luis Enrique Díaz Paulino, Víctor Matías Pérez e Iván Hernández Vargas.

Biodegradación de poliésteres

El proyecto Cutinasas recombinantes de Aspergillus nidulans para biodegradación de poliésteres, ganador del tercer lugar del PROFOPI, consiste en la aplicación de enzimas (proteínas con actividad catalítica, es decir, que pueden acelerar reacciones) producidas por el hongo Aspergillus nidulans, con la finalidad de biodegradar plásticos, en específico poliésteres, explicó en entrevista la profesora Carolina Peña Montes.

El Aspergillus nidulans produce estas enzimas, explicó la universitaria, porque es fitopatógeno, es decir, infecta plantas, para lo cual primero degrada un biopolímero localizado en la cutícula, un material ceroso llamado cutina, el cual recubre a muchos frutos como el pepino o el tomate. “Para que el hongo infecte a la planta debe degradar ese biopolímero. Al ser una enzima que podría acelerar esta degradación, quizá también degradaría otro tipo de polímeros complejos, como los poliésteres contenidos en diversos plásticos”, expresó.

En este desarrollo se aisló el gen que codifica para producir estas enzimas en el hongo para después clonarlo, es decir, introducirlo en otro organismo de producción más controlada (la levadura Pichia pastoris), por ello es más fácil hacer la producción de enzimas en este organismo.

Una vez clonada la enzima en Pichia pastoris, se realizó la evaluación de qué tipo de poliésteres se podían degradar. Primero se degradaron poliésteres puros, lo cual se logró; el siguiente reto fue hacerlo con botellas de plástico, hechas con PET, un poliéster sintético muy usado, un polímero que tarda entre 100 y 500 años en degradarse.

“Pusimos en contacto la enzima con botellas de diversas marcas de plástico PET biodegradables y no biodegradables. Después de varias pruebas, procesos, análisis y mejora del método, al final logramos una degradación muy alta en 48 horas. Al entrar en contacto el polvo pulverizado de PET de botellas con estas enzimas se hace líquido, debido a la degradación del polímero (una molécula grande) a monómero”, indicó Carolina Peña.

Actualmente, “se está en la fase donde ya se logró que las enzimas degraden el polímero de PET al monómero base (tereftalato); ahora es necesario analizar cómo se podría recuperar éste y trabajarlo para volver a producir PET. Asimismo, resta evaluar la parte de un modelo de negocio y la factibilidad a nivel industrial, pero a mediano plazo sí es muy prometedor este desarrollo”, comentó.

La universitaria informó que la patente de este desarrollo está en proceso de registro. Además, se buscará una segunda patente donde el proceso se mejora y se enfoca a PET.

En este proyecto participan los profesores Amelia María de Guadalupe Farrés González Sarabia, Eric Edmundo Hernández Domínguez, así como los alumnos de posgrado y licenciatura Sara Luz Morales García, Magdalena Sánchez Sánchez e Ilse Solís Báez.