Necesario, estudiar el impacto de los OGM en la flora y fauna de México

Conferencia de Amanda Gálvez Mariscal

A pesar de que en múltiples zonas del país se cultivan Organismos Genéticamente Modificados (OGM), las tajantes prohibiciones para su siembra han impedido estudiar su impacto en México, por ello no se sabe cómo afecta el polen que viaja de una planta a otra y transfiere sus genes entre generaciones, así como otros aspectos, señaló la académica de la Facultad de Química (FQ), Amanda Gálvez Mariscal.

Al dictar la conferencia Modificaciones genéticas en la agroindustria en México; dos casos de estudio: maíz y miel, como parte de los Seminarios Institucionales organizados por la Secretaría Académica de Investigación y Posgrado (SAIP) de la FQ, la universitaria advirtió que la siembra y producción de OGM en el país debería darse, en caso de ser autorizado, con sumo cuidado y con estudios exhaustivos para conocer su repercusión en la flora y fauna locales.

La docente adscrita al Departamento de Alimentos y Biotecnología de esta entidad explicó que existen tres generaciones de organismos de este tipo: la primera se orienta a la eficiencia agronómica, para lograr una mayor producción en el campo, siendo sus dos principales modificaciones la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas. La segunda desarrolla productos más interesantes para el consumidor, pues se enfoca en semillas con modificaciones nutrimentales o nutracéuticas y resistencia a estrés abiótico.

En tanto, la tercera generación es difícil de manejar en términos de bioseguridad, pues los organismos son modificados para desarrollar aplicaciones en la Medicina, generalmente a nivel industrial, puntualizó el 3 de marzo en el Auditorio B de la FQ.

En este sentido, Gálvez Mariscal recordó que en México se pretendió desarrollar una vacuna oral para pollos a partir del cultivo de maíz, trabajo que posteriormente se suspendió debido a que resulta riesgoso expresar una proteína cuyo propósito es generar una reacción inmunológica, aunque sea para aves, en una variedad de polinización abierta como es el maíz y que pudiera transferir sus transgenes a los maíces para consumo humano, a los alimentos (como las tortillas) y, posteriormente, al ser humano, quien podría resultar alérgico. Aún considerando que el maíz estaría cocido o sometido a nixtamalización, el riesgo potencial resulta muy alto.

La especialista detalló que si bien México está considerado como una nación biotecnológica, en el país actualmente no se están concediendo las autorizaciones para sembrar maíz GM, y las de soya GM están suspendidas en Yucatán.

Por otra parte, Amanda Gálvez indicó que la liberación del maíz genéticamente modificado requiere de consideraciones severas: “Debemos cuidar que no haya liberaciones al ambiente en donde hay cultivos nativos, maíces criollos naturales que pudieran recibir ese material modificado genéticamente”. Ello porque las poblaciones silvestres de teocintle podrían desarrollar tolerancia a los herbicidas, y porque no se sabe qué efecto pudiera presentarse en los maíces que recibieran un transgén por “introgresión” y lo heredaran temporada tras temporada.

Además, es de vital importancia realizar las evaluaciones de riesgos incluyendo el paquete tecnológico completo, es decir, deben analizarse los plaguicidas que se utilizan junto con el cultivo modificado para no afectar a otras poblaciones de organismos, “por ejemplo, los bioinsecticidas expresados en los cultivos GM podrían matar polinizadores”, así como disminuir la biodiversidad y vulnerar los procesos de domesticación y diversificación, dijo acompañada por el titular de la SAIP, Felipe Cruz García.

La universitaria también abordó el caso de la presencia de polen de soya modificada en mieles de Campeche, un trabajo que lleva a cabo desde 2012. Detalló que en la Península de Yucatán hay 40 mil apicultores y ahí las abejas obtienen polen de la flora nativa y el producto es de un sabor variado y muy agradable.

En ese año, un grupo de alemanes determinó que esta miel contenía polen residual de OGM. Ante ello, un equipo de investigadores de la FQ, con fondos de la Comisión Nacional para el Uso y Conocimiento de la Biodiversidad en México (CONABIO), analizó la miel y encontró que en la zona se cultivaba soya modificada, que principalmente se utiliza para producir alimento para ganado, y que el polen GM se reflejaba en la composición de la miel del área, lo cual provocó que el producto no fuese aceptado en el mercado orgánico, con las consecuentes pérdidas para los productores.

En ese análisis se halló que en las mieles de Campeche había una importante presencia de polen de maíz (no se analizó en ese caso si era o no GM) y, en 16 de las 69 muestras analizadas también se detectó presencia de polen de soya modificada genéticamente.

Otro problema que se ha observado, apuntó la universitaria, es que la mayoría de los productores mexicanos de miel entregan su producto a acopiadores, quienes sí tienen la capacidad de exportar, aunque lo hacen a granel. Se requiere generar más capacidades para que en México se realice una mayor parte de la cadena de valor, de forma que el valor agregado de un producto terminado quede en México, con los productores y no se envase en Europa, sino en las localidades de los apicultores, para dejar mayor gananciaa los productores, en ello bien pueden ayudar los jóvenes egresados universitarios, recomendó.

“Así como en las abejas, se está impactando en muchos otros polinizadores que son importantes para el rendimiento de los cultivos en el mundo por la implementación de siembras más extensivas, lo cual no sólo tiene que ver con los OGM, sino con el uso de plaguicidas y herbicidas, lo que provoca la pérdida de muchas flores que le dan una buena nutrición a los polinizadores. Por ello todos estos temas deben tratarse con mucho cuidado”, concluyó.

Amanda Gálvez Mariscal cursó sus estudios de maestría en Ciencia y Tecnología de Alimentos en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y realizó el doctorado en Biotecnología en la UNAM. Fue coordinadora del Programa Universitario de Alimentos de la UNAM y ha formado parte de comités en Bioseguridad en la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios; el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria; la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. La docente de la FQ es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.